La última semana la televisión y la prensa informaron sobre un meteorito que pasó muy cerca de la tierra; por supuesto el impacto directo fue descartado. Sin embargo la noticia revivió profecías mayas antiguas, vaticinios de famosos videntes resucitados misteriosamente, todos ellos avivaron cierto interés por los “cambios” que se aproximan el 2012.
Desde el calentamiento global, hasta la posibilidad de una guerra de proporciones apocalípticas todo apuntan a que el ser humando está condenado a su extinción.
Pienso que estar preocupados por lo que pueda acontecer en los años venideros es una tarea banal, pues la lógica es simple. El ser humano al nacer está condenado inexorablemente a morir, no importa la forma o la fecha, es una situación que no se puede revertir. Como alguien diría sucumbir es parte de la vida.
Ante esa premisa uno debe estar más preocupado en vivir a plenitud el presente y no andar impacientes por lo que pueda acontecer. Las previsiones que uno pudiera tomar ante eventos catastróficos son inútiles por cuanto no tenemos la menor idea a que nos enfrentaremos esos venideros años, al contrario esas funestas noticias lejos de alarmarnos debieran recordarnos lo insignificantes que somos en comparación al vasto y desconocido universo y de una vez por todas comprender que sucederá lo que deba de suceder.
Llegado el día a lo mejor nos iremos dando dura contienda, pues si algo ha caracterizado al ser humano es sus deseos de vivir y por supuesto sobrevivir a las condiciones más extremas.
Lo irónico de todo esto es que si Hollywood nos ha enseñado algo, es que precisamente Estados Unidos es el llamado a salvarnos de situaciones desastrosas (¿Armagedón la película no les dice algo?). Incluso ante una invasión alienígena, acaso ¿no son ellos los llamados a enfrentarlos valientemente?
El 2012 está cerca, sin embargo hay días que debiéramos aprovechar en asuntos más fructíferos. Que los presentes días sean dignos de ser rememorados, días de los cuales no exista atisbos de arrepentimiento.
Al igual que el poeta romano Horacio afirmemos también “Carpe Diem”
Desde el calentamiento global, hasta la posibilidad de una guerra de proporciones apocalípticas todo apuntan a que el ser humando está condenado a su extinción.
Pienso que estar preocupados por lo que pueda acontecer en los años venideros es una tarea banal, pues la lógica es simple. El ser humano al nacer está condenado inexorablemente a morir, no importa la forma o la fecha, es una situación que no se puede revertir. Como alguien diría sucumbir es parte de la vida.
Ante esa premisa uno debe estar más preocupado en vivir a plenitud el presente y no andar impacientes por lo que pueda acontecer. Las previsiones que uno pudiera tomar ante eventos catastróficos son inútiles por cuanto no tenemos la menor idea a que nos enfrentaremos esos venideros años, al contrario esas funestas noticias lejos de alarmarnos debieran recordarnos lo insignificantes que somos en comparación al vasto y desconocido universo y de una vez por todas comprender que sucederá lo que deba de suceder.
Llegado el día a lo mejor nos iremos dando dura contienda, pues si algo ha caracterizado al ser humano es sus deseos de vivir y por supuesto sobrevivir a las condiciones más extremas.
Lo irónico de todo esto es que si Hollywood nos ha enseñado algo, es que precisamente Estados Unidos es el llamado a salvarnos de situaciones desastrosas (¿Armagedón la película no les dice algo?). Incluso ante una invasión alienígena, acaso ¿no son ellos los llamados a enfrentarlos valientemente?
El 2012 está cerca, sin embargo hay días que debiéramos aprovechar en asuntos más fructíferos. Que los presentes días sean dignos de ser rememorados, días de los cuales no exista atisbos de arrepentimiento.
Al igual que el poeta romano Horacio afirmemos también “Carpe Diem”
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