Cuantiosas son las películas que se han hecho sobre Billy the Kid; personaje histórico del Far West norteamericano del siglo XIX.
“Pat Garrett & Billy the Kid” (1973) del director Sam Peckinpah no deja de entusiasmar desde sus primeras tomas; lejos del enfoque tradicional de acción de los típicos westerns, ésta tiene las peculiaridad de ser una película que vierte tonalidades melancólicas a raudales. Ya desde sus escenas del medio donde se circunscribe hasta las idiosincrasias de los diversos personajes. Incluso los furibundos tiroteos, son escenas más llenas de realista violencia que de poético suceso.
Pat Garrett (James Coburn), se encargará de dar caza a su antiguo socio Billy the Kid (Kris Kristofferson), para lo cual se valdrá de todos los medios posibles para cumplir su cometido a lo largo de páramos, donde el silencio y una casi ausente vegetación son los habituales compañeros.
Mención aparte es la banda sonora, escrita por Bob Dylan, que imprime a las escenas, esa sonoridad propia que tiende a acentuar ese carácter melancólico y escolta de manera apropiada a la película. Si bien Dylan tiene una participación en ella, su personaje no es determinante e incluso me atrevería a decir que su papel no aporta demasiado a la trama de la historia.
Sin duda una de las escenas más hermosas y más emotivas que he visto es ésa en la que un alguacil conocedor que ha sido herido de muerte, pausadamente se retira, dejando a sus espaldas ese violento tiroteo asesino, encaminándose sin lamentos ni quejidos a un cercano lago mientras el sol baña generosamente sus calmadas aguas. Si a ello le agregas una legendaria canción (Knockin’ on Heaven’s Door) el resultado es definitivamente una de las más conmovedoras escenas de todas las películas que he apreciado en mi corta existencia.
“Pat Garrett & Billy the Kid” (1973) del director Sam Peckinpah no deja de entusiasmar desde sus primeras tomas; lejos del enfoque tradicional de acción de los típicos westerns, ésta tiene las peculiaridad de ser una película que vierte tonalidades melancólicas a raudales. Ya desde sus escenas del medio donde se circunscribe hasta las idiosincrasias de los diversos personajes. Incluso los furibundos tiroteos, son escenas más llenas de realista violencia que de poético suceso.
Pat Garrett (James Coburn), se encargará de dar caza a su antiguo socio Billy the Kid (Kris Kristofferson), para lo cual se valdrá de todos los medios posibles para cumplir su cometido a lo largo de páramos, donde el silencio y una casi ausente vegetación son los habituales compañeros.
Mención aparte es la banda sonora, escrita por Bob Dylan, que imprime a las escenas, esa sonoridad propia que tiende a acentuar ese carácter melancólico y escolta de manera apropiada a la película. Si bien Dylan tiene una participación en ella, su personaje no es determinante e incluso me atrevería a decir que su papel no aporta demasiado a la trama de la historia.
Sin duda una de las escenas más hermosas y más emotivas que he visto es ésa en la que un alguacil conocedor que ha sido herido de muerte, pausadamente se retira, dejando a sus espaldas ese violento tiroteo asesino, encaminándose sin lamentos ni quejidos a un cercano lago mientras el sol baña generosamente sus calmadas aguas. Si a ello le agregas una legendaria canción (Knockin’ on Heaven’s Door) el resultado es definitivamente una de las más conmovedoras escenas de todas las películas que he apreciado en mi corta existencia.
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