Jean Luc Godard es tan trasgresor y contemporáneo que aún hoy su bien ganada reputación y fama le precede.
Siempre se nombra a Godard: su calidad en el arte cinematográfico, esa renuencia al clásico trama lineal argumental de la historia es tan evidente y a la vez tan natural, que lejos de hastiar, entusiasma.
“Sympathy for the Devil” o “One plus one” como es conocida en Europa, es un documental dirigida por Godard, en la que se pretende narrar visualmente el proceso creativo de una canción; desde los acordes iniciales y las primitivas versiones, pasando por la experimentación de nuevos ritmos que finalmente van a desembocar en una canción efectiva y poderosa con el sello de lo clásico y muy bien logrado.
Los Rolling Stones grabarían “Sympathy for the Devil” para su álbum “Begars Banquet” de 1968, año que supuso una serie de sucesos sociales que llegaría a su éxtasis al año siguiente. Jagger, entonces inmerso en lecturas de filosofía y poesía (parece que ahora sus textos de cabecera son libros de marketing y negocios), nos legaría una obra maestra, no sólo por el contenido de sus letras, que capturan de manera fantástica las confesiones de un personaje que antes de brindarnos su nombre, prefiere enumerarnos sus infames proezas; letras que combinan fantásticamente con los ritmos de samba, que lejos de restarle tonalidad, es precisamente la clave para la calidad lograda.
“One plus one” no es un clásico documental; Godard, intercala escenas de carácter contestario de grupos diversos, militantes de panteras negras por ejemplo, predicando la militancia política que exige vehemente cambios radicales. Una voz en off lee una novela de suspenso donde sus protagonistas son personalidades representativos de esos interesantes días, mientras un personaje andrógino se encarga de adornar con graffitis, paredes y todo cuanto le ofrezca posibilidad de expresión. Sin embargo la entrevista cuya respuestas sólo admite sencillos monosílabos de afirmación o negación son lo más logrado a mi modesto entender, y por supuesto, sin olvidarnos lo fantástico que fueron los Rolling Stones como exponentes de una corriente que aún hoy no fenece.
Aquellos días, los Rolling Stones, eran la respuesta al sistema intransigente del “American Life” que tanto se rechazaba, por lo que son marco perfecto para la sello de rebeldía que Godard requería para expresar sus puntos de vista.
Lejos de ser experimento audiovisual, se ensamblan perfectamente, aún cuando ilusoriamente no tengan nada en común esas secuencias intercaladas. Eso si, se requiere de mucho conocimiento de los sucesos que mundiales de esos años para no salir rehuyendo a mitad de la función sin atisbo de que se está degustando.
Están advertidos y sólo resta disfrutarlo.
Siempre se nombra a Godard: su calidad en el arte cinematográfico, esa renuencia al clásico trama lineal argumental de la historia es tan evidente y a la vez tan natural, que lejos de hastiar, entusiasma.
“Sympathy for the Devil” o “One plus one” como es conocida en Europa, es un documental dirigida por Godard, en la que se pretende narrar visualmente el proceso creativo de una canción; desde los acordes iniciales y las primitivas versiones, pasando por la experimentación de nuevos ritmos que finalmente van a desembocar en una canción efectiva y poderosa con el sello de lo clásico y muy bien logrado.
Los Rolling Stones grabarían “Sympathy for the Devil” para su álbum “Begars Banquet” de 1968, año que supuso una serie de sucesos sociales que llegaría a su éxtasis al año siguiente. Jagger, entonces inmerso en lecturas de filosofía y poesía (parece que ahora sus textos de cabecera son libros de marketing y negocios), nos legaría una obra maestra, no sólo por el contenido de sus letras, que capturan de manera fantástica las confesiones de un personaje que antes de brindarnos su nombre, prefiere enumerarnos sus infames proezas; letras que combinan fantásticamente con los ritmos de samba, que lejos de restarle tonalidad, es precisamente la clave para la calidad lograda.
“One plus one” no es un clásico documental; Godard, intercala escenas de carácter contestario de grupos diversos, militantes de panteras negras por ejemplo, predicando la militancia política que exige vehemente cambios radicales. Una voz en off lee una novela de suspenso donde sus protagonistas son personalidades representativos de esos interesantes días, mientras un personaje andrógino se encarga de adornar con graffitis, paredes y todo cuanto le ofrezca posibilidad de expresión. Sin embargo la entrevista cuya respuestas sólo admite sencillos monosílabos de afirmación o negación son lo más logrado a mi modesto entender, y por supuesto, sin olvidarnos lo fantástico que fueron los Rolling Stones como exponentes de una corriente que aún hoy no fenece.
Aquellos días, los Rolling Stones, eran la respuesta al sistema intransigente del “American Life” que tanto se rechazaba, por lo que son marco perfecto para la sello de rebeldía que Godard requería para expresar sus puntos de vista.
Lejos de ser experimento audiovisual, se ensamblan perfectamente, aún cuando ilusoriamente no tengan nada en común esas secuencias intercaladas. Eso si, se requiere de mucho conocimiento de los sucesos que mundiales de esos años para no salir rehuyendo a mitad de la función sin atisbo de que se está degustando.
Están advertidos y sólo resta disfrutarlo.
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