La situación de Palestina es demasiado compleja y preocupante. Ya desde sus albores, decretado por el otrora poderoso Imperio Británico, deseoso de un afán conservacionista de sus “feudos” y ante la necesidad de aliados en una región que le era inicialmente adversa en su enfrentamiento con el imperio Otomano, apoyó el nacimiento de una nación sionista en tierras Palestinas. El resultado, la imposición de una partición en dos estados: el Judío y el Árabe, pese a la desaprobación de ambas culturas. (India y Pakistán correrían la misma suerte y el mismo destino de recelo y tenso conflicto detonante en cualquier momento.)
Israel, un pueblo con un pasado aciago que todavía recordamos y lamentamos, debiera entender mejor que nadie lo que es sufrir bajo el yugo de la irracional violencia que no justifica de ninguna manera acciones que ya rayan en lo inhumano (se rumorea que el ejército israelí emplea bombas de fósforo blanco en sus ataques).
Bajo la premisa de que la violencia sólo genera violencia, los repudiables actos de Israel contra gente inocente de Palestina (Niños y mujeres son los más afectados, heridos que mueren por no ser atendidos; organismos de ayuda humanitaria no pueden ingresar a territorio Palestino y que no decir de los periodista, lección muy bien aprendida y difundida por el Imperio, recuerdo de sus fracasados días en Vietnam) siembra odio por la barbarie que se justifica en nombre de “la seguridad de su existencia” y sólo agura nacimientos de nuevos grupos que encuentra en estos lamentables actos la perfecta justificación para continuar este eterno enfrentamiento.
Por supuesto que los más beneficiados son los políticos, acaso verdaderos arquitectos de esta escalada de violencia que promete llegar hasta las últimas consecuencias, considerando cercano los días de elecciones para Primer Ministro, ahora más que nunca se extraña la presencia de Isaac Rabin y la utopía que significó el Tratado de Oslo.
Si a ello adicionamos la actitud silenciosa de la mayoría de naciones, que nuevamente anteponen particulares interese mezquinos, y la blandengue actitud de la ONU que alza una voz que no la escucha nadie; La situación, es evidente, sólo recrudecerá. Los días pasan, los esfuerzos por llegar a un acuerdo o a una tregua que ninguno de los dos bandos está dispuesto a obedecer.
Las víctimas se incrementan, el futuro es sombrío y si no se tiene una actitud cuidadosa y pronta en solucionar el conflicto, pudiera quizá encender una situación que no se pueda manejar y empujarnos a un enfrentamiento de alcance global.
Quizá Israel debiera considerar otras opciones, opciones más sensatas y más adecuadas para salir de una vez por todas de este avernoso atolladero.
Israel, un pueblo con un pasado aciago que todavía recordamos y lamentamos, debiera entender mejor que nadie lo que es sufrir bajo el yugo de la irracional violencia que no justifica de ninguna manera acciones que ya rayan en lo inhumano (se rumorea que el ejército israelí emplea bombas de fósforo blanco en sus ataques).
Bajo la premisa de que la violencia sólo genera violencia, los repudiables actos de Israel contra gente inocente de Palestina (Niños y mujeres son los más afectados, heridos que mueren por no ser atendidos; organismos de ayuda humanitaria no pueden ingresar a territorio Palestino y que no decir de los periodista, lección muy bien aprendida y difundida por el Imperio, recuerdo de sus fracasados días en Vietnam) siembra odio por la barbarie que se justifica en nombre de “la seguridad de su existencia” y sólo agura nacimientos de nuevos grupos que encuentra en estos lamentables actos la perfecta justificación para continuar este eterno enfrentamiento.
Por supuesto que los más beneficiados son los políticos, acaso verdaderos arquitectos de esta escalada de violencia que promete llegar hasta las últimas consecuencias, considerando cercano los días de elecciones para Primer Ministro, ahora más que nunca se extraña la presencia de Isaac Rabin y la utopía que significó el Tratado de Oslo.
Si a ello adicionamos la actitud silenciosa de la mayoría de naciones, que nuevamente anteponen particulares interese mezquinos, y la blandengue actitud de la ONU que alza una voz que no la escucha nadie; La situación, es evidente, sólo recrudecerá. Los días pasan, los esfuerzos por llegar a un acuerdo o a una tregua que ninguno de los dos bandos está dispuesto a obedecer.
Las víctimas se incrementan, el futuro es sombrío y si no se tiene una actitud cuidadosa y pronta en solucionar el conflicto, pudiera quizá encender una situación que no se pueda manejar y empujarnos a un enfrentamiento de alcance global.
Quizá Israel debiera considerar otras opciones, opciones más sensatas y más adecuadas para salir de una vez por todas de este avernoso atolladero.
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