Ciego, Sordo y Mudo

Tommy (1975) dirigida por Ken Russell es una película que tiene el honor de ser la primera “Ópera Rock” basada en el disco homónimo del grupo The Who, publicado en 1969 y compuesta en su gran mayoría por ese gran y virtuoso guitarrista que es Pete Townshend.

Tiene un reparto espectacular: Ann-Margret, quien gracias a su actuación recibiría una nominación a los premios Óscar; Oliver Reed, a mi modesto entender el que se “roba” el show, Tina Turner, Elton John (si que le gustan los zapatos enormes), Eric Clapton (fabulosa escena en la que sus acólitos son Townshend y John Entwistle), Jack Nicholson, Robert Powell, Paul Nicholas y los propios integrantes de The Who.

La trama es directa: un niño queda sordo, ciego y mudo a causa de presenciar el asesinato de su padre, de quien se pensaba muerto, a manos del nuevo marido de su madre. Con el transcurso de los años, buscarán infructuosamente la curación a sus silenciosas dolencias. Intentarán todos los métodos posibles (religión, alucinógenos, ciencia médica) con vanos resultados. Sin embargo el repentino descubrimiento de la habilidad de Tommy por el “pinball” lo convertirá en ídolo de masas y personaje adinerado, para complacencia de su padrastro y pronta vacuidad de su madre.

Tommy al mirarse al espejo, hábito que parece darle cierta trascendencia, logra misteriosamente sanarse. Pronto será alentadora noticia, que le generará seguidores diversos, instándolos a compartir la sabiduría que en él habita, convirtiéndole en un esperado mesías. No obstante al número creciente de sus seguidores, éstos comenzarán a perder la esperanza, por no lograr alcanzar la iluminación ansiada.

Pese a que sus diálogos son íntegramente cantados, Tommy es una película atrayente, que sin embargo tiene en sus secuencias finales algo que desentona con el resto de la obra. Otorgando una extraña sensación de extravagancia.

Definitivamente sólo la volvería a ver, si estoy muy bien acompañado. Considerando que fui entusiasmado por la idea de oír la fabulosa “Baba O’Riley” salí doblemente desencantado.

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